A veces la única manera que tengo de entender el tiempo es a través de los detalles. Pongo en palabras sentimientos breves para que no desaparezcan, los escribo como recordatorios. Dejo que el sol guíe mi recorrido y voy por las calles buscando algo que me conmueva, el equilibro fugaz entre la luz y el espacio. Sé que no puedo luchar contra el tiempo pero al menos intento capturarlo. Y si me dieran a elegir, querría que el jenga nunca se derrumbe y que las velas de cumpleaños no dejen de arder.
2018 / 68 páginas